Encerrados con un solo juguete, columna de opinión Dr. Marcelo Mella

 

El actual momento político en Chile, caracterizado por una fragmentación de las fuerzas políticas, plantea desafíos históricos, por ejemplo: superar la polarización y generar nuevos sentidos comunes sin los cuales cualquier mayoría en el futuro próximo podría resultar circunstancial. Una constelación de actores potencialmente emergentes, pero aún ensimismados y provistos de una retórica victoriana en lo estratégico, no dejan ver una nueva coalición hegemónica. Los actores hegemónicos del ciclo político anterior se encuentran divididos por las opciones presidenciales de cada sector, con una acentuada pérdida de “cemento normativo” y de capacidad de movilización electoral.

En este contexto, el surgimiento de un nuevo bloque político, electoralmente mayoritario y culturalmente hegemónico, que garantice esos apoyos básicos para un gobierno futuro, no será cosa sencilla. No será la crisis chilena actual manifestada desde el 18-O una coyuntura que se resuelva solo con un conteo de votos o mediante una cuota de escaños en noviembre próximo. En este punto, se equivocan algunos fácticos de la antigua Concertación y la Alianza que se resisten a salir del tablero de ajedrez. No será la reproducción especulativa de la cacofonía del malestar o la amplificación del resentimiento y la frustración por beneficios electorales inmediatos lo que permita resolver los problemas de un modelo desigual y excluyente que ha quedado al descubierto en el “país de octubre”. Se requiere, en cambio, actores que aborden los problemas que dividen nuestra sociedad con políticas basadas en evidencia y orientadas a resultados.

Desde la perspectiva de los resultados, el trabajo de gobierno y oposición para enfrentar la pandemia del Covid demuestra que la proliferación de recriminaciones de lado y lado no han sido acompañadas por decisiones oportunas y eficientes. Como muestra de lo anterior, el IFE universal fue aprobado a un año y tres meses de declarar estado de catástrofe en marzo de 2020. Por su parte, miles de familias chilenas han perdido sus ahorros con tres retiros del 10%, sin que a la fecha exista certeza por parte del Ejecutivo y el Congreso sobre un nuevo sistema previsional.

La actitud de administración oportunista de los antagonismos y la crisis, al estilo de “cuanto peor, mejor”, no funciona a cualquier evento, salvo que el cambio político se considere inexorable y lo que esté en juego sea solamente la velocidad de éste. Ejemplos de antagonismos administrados con lógicas oportunistas existen muchos, y el más cercano ha sido Argentina desde 2001, donde mayorías electorales de distinto signo constituyen gobiernos, profundizando “la grieta” y prolongando la crisis: “cuanto peor, mejor”. Caso contrario, como en Chile, la agudización de la crisis y el deterioro de las condiciones generales podría fortalecer las fuerzas de la reacción y del estatus quo. La diferencia entre ambos casos está dada por las condiciones económicas de las últimas décadas y una clase media en Chile que tiene bastante más que perder.

En esta encrucijada donde se encuentra nuestro país, el color del próximo gobierno no garantizará a priori su viabilidad política. El asunto decisivo será la capacidad de una futura administración para gobernar la crisis y reconstruir nuevos sentidos comunes, orientando el proceso que surgió con la crisis de octubre de 2019 y la grieta posterior que se ha encargado de profundizar el gobierno de Piñera. Esta crisis y la conflictividad posterior constituyen una manifestación de un proceso de acumulación de frustración, dolor y rencor de personas y grupos que se autoperciben como oprimidos o excluidos. El historiador Marc Ferró señaló que cuando esto ocurre, el resentimiento puede constituir identidad y el pasado determinar al presente como un poderoso motor de la historia.

El novelista catalán Juan Marsé representó la imposibilidad de escapar de las dinámicas de los antagonismos político-identitarios mediante una asociación con una situación claustrofóbica y acuñó su notable expresión metafórica “encerrados con un solo juguete”, para referirse a aquellas personas o grupos que se encuentran confinadas en un permanente e infinito pasado-presente. La imagen que presenta la novela del escritor catalán ambientada luego de diez años de la guerra civil española representa el encierro de toda una generación de jóvenes determinada por los agravios del pasado. Que una sociedad no quede encerrada con un único juguete, no solo depende de la persistencia de la democracia formal, ni tampoco del poder electoral de un futuro gobierno.

La tarea para Chile será de mediano y largo plazo, de aquellas que nuestra clase política no aborda ni se hace cargo con facilidad. Junto con la crisis del viejo ciclo, se observan signos de conflictividad claustrofóbica, con una clase política sin liderazgo, capacidad y proyecto para construir nuevos equilibrios y relaciones de poder entre los actores. Por supuesto, la política no escapa al paso del tiempo y aquellas sociedades atrapadas en el magnetismo conflictual, resolverán la crisis bajo condiciones democráticas, bajo distintas formas de autocracia o, simplemente, no la resolverán, acelerando su deterioro político. En España, la dictadura de Franco duró 36 años, hasta la muerte del dictador; y en Argentina, la crisis del 2001 se mantiene y profundiza hasta hoy. En nuestro caso, la crisis y declinación de los actores de la transición chilena no conllevará necesariamente el surgimiento de una democracia que supere la lógica instalada por el “País de Octubre”. La promesa de la política, sin embargo, es superar la discordia y las trampas del presente, lo que será posible con compromisos de mediano y largo plazo entre fuerzas distintas.

Fuente: https://www.latercera.com/opinion/noticia/encerrados-con-un-solo-juguete...

Columna publicada en diario La Tercera